Soy una persona muy sensible, algo que antes creía que era un defecto, pero que ahora reconozco como un don profundo. Sentir profundamente me permite empatizar con los demás, acompañarlos en su camino de sanación y ofrecerles comprensión y apoyo mientras se reconectan con ellos mismos.

Obtuve una licenciatura en administración de empresas, impulsada por el deseo de honrar a mi padre, quien falleció durante mis estudios. Le dediqué mi título, un homenaje a su influencia y amor perdurables.

Durante mis exámenes finales, terminé una relación de cinco años marcada por la violencia doméstica. Después de eso, toqué fondo, abrumada por el dolor y la desconexión conmigo misma. Quería que todo se detuviera. Tomé demasiadas pastillas, con la esperanza de tener un respiro, y le envié un mensaje de texto a mi madre para contarle lo que había hecho. Me llevó al hospital. Estaba furiosa con ella, con todos, pero especialmente conmigo misma por todos esos años de sentirme desconectada, impotente y perdida.

Después de estar internada en una clínica psiquiátrica durante varias semanas, mi madre me llevó a ver a un hombre que facilitaba constelaciones familiares. Esta experiencia cambió mi vida. Tuve la oportunidad de estar con alguien que representaba a mi padre. A través de esta conexión, pude sentirlo de nuevo, decirle todo lo que necesitaba decir y prometerle que nunca más intentaría acabar con mi vida. También comprendí claramente por qué me había aferrado a mi relación tóxica: estaba comprimiendo inconscientemente la pérdida de mi padre en mi pareja, que era diez años mayor.

Al día siguiente de esta poderosa experiencia, comencé a recibir coaching de PNL, lo que se convirtió en otro punto de inflexión en mi sanación. En tan solo unas pocas sesiones, sentí que me había reconectado conmigo misma. Me imaginé que cambiaba mi corazón por uno adulto (una transformación simbólica) y comencé a dar pasos hacia la vida que quería.

Terminé mi carrera, dedicándole mi logro a mi padre y luego me dispuse a viajar. Nueva Zelanda me llamaba y mi viaje comenzó en 2016 en la isla Waiheke. Waiheke se convirtió en un lugar profundamente transformador para mí, donde pasé la mayor parte de mi tiempo escribiendo mi próximo libro y manifestando al compañero y amor de mi vida.

Seis meses después, lo conocí en Blenheim. Juntos viajamos por el mundo: exploramos Europa, Asia y Chile, donde nos casamos. Ahora, años después, hemos regresado a la isla Waiheke, el lugar donde comenzaron mis viajes en solitario y donde sigo escribiendo nuevos capítulos de mi vida.